Viaje al Noroeste

Finalmente llegó el día para comenzar mi viaje, mi aventura, mi nuevo estilo de vida. Francamente no sabía las consecuencias que traería a mi vida este nuevo comienzo.

Después de mis viajes a la cordillera decidí comenzar a pedalear con destino incierto y sin fecha de regreso.

Decidí salir para el oeste directamente, crucé las “Altas cubres” para nosotros de Córdoba. Ya había tenido experiencia de que eran Altas Cumbres en la cordillera de los Andes.

Salí los primeros días de junio, hacía bastante frío pero iba mas o menos bien preparado.

Por ser el primer viaje de estas características se puso de manifiesto la inexperiencia en muchas cosas, una de ellas es que había cargado arroz, polenta, lentejas, etc., como si fuera a cruzar el desierto de Atacama. Esto se tradujo en sobre peso en mis alforjas y carro que llevaba.

Cruzar las altas cumbres fue importante ya que pase una noche en las sierras y el frío fue intenso. Cuando bajé a Mina Clavero estuvo un poco mejor, el primer desperfecto que tuve con Jovita (la bici) fue el cambio que se rompió, tuve que caminar unos 5 km pero se pudo solucionar cuando llegué a San Javier, allí me alojaron los bomberos del lugar.

Pase por Merlo (San Luis) y de allí me dirigí hacia San Juan. Toda la zona de San Luis es un lugar extremadamente frío, en Las Chacras tuve que soportar -10ºC. San Juan me recibió un poco mas cálido pero tenía otra característica que haría que uno deba estar muy atento a lo que ocurría  a los escenarios que venían por delante: es un verdadero desierto. Por momentos hay que recorrer muchos km hasta encontrar alguna población y hay sectores donde no hay ningún habitante, por consiguiente, no hay donde abastecerse de agua y mucho menos donde poner una carpa para pasar la noche con un paisaje totalmente desolador.

Cuando pasé Jachal, subiendo por la ruta 40, las cosas cambiaron llegando a La Rioja. Las localidades fueron mas frecuentes o tal vez había aumentado mi experiencia.

Llegar a Chilecito fue un lugar muy importante para ésta, mi nueva vida. Allí fui a parar a una casa de cicloviajeros. Este tipo de costumbres existen en muchos lugares, tanto de la Argentina como en otro países. Su característica principal es que, si sos viajero de bicicleta, te podés quedar varios días sin mayores problemas, en cambio si sos viajero de mochila, no estás tan bien visto. Te quedás un día o dos y luego tenes que seguir tu camino.

Llegué a Inti Huasi; allí había muchos ciclistas viajeros, artesanos, músicos, malabaristas, realmente un mundo muy distinto al que yo conocía.

Estaba cansado, llegué y decidí quedarme unos días. Entre algunos de los ciclistas se armó un viaje hasta Fiambalá, una localidad de Catamarca que tiene aguas termales muy importantes. Con otros 4 ciclistas nos fuimos, la pasamos muy bien, las termas están muy buenas y pudimos pasar unos días muy lindos.

Al regresar, tuve algunas dificultades con mi bicicleta, se reventó la rueda trasera, cámara, cubierta y llanta. Para regresar tuve que hacer 200 km sin freno.

Al llegar a Chilecito, nuevamente me encontré con la bici destruida y ya sin dinero. Allí debía decidir qué hacer, puesto que la opción mas viable que encontraba era regresar y dar por terminado mi viaje. Al manifestar esto, mis compañeros y nuevos amigos estuvieron en total desacuerdo: todos comenzaron a tirar ideas de como generar dinero, desde hacer artesanías hasta subirme a los colectivos de pasajeros con mi guitarra. Antes de dar todo por terminado finalmente me atreví a ir a la plaza con mi guitarra y poner la gorra. Este fue el verdadero comienzo de mi viaje y como es habitual, la magia se puso de manifiesto. Puse un cartel hecho a mano con un fibrón de que viajaba desde Córdoba hasta Colombia y obviamente con mi bicicleta. La gente pasaba, escuchaba la guitarra, veía la bici, leía el cartel y me dejaba algo de plata. Todo estaba muy bien ... aunque nadie se quedaba a escucharme; pero bueno, lo importante era que podía comprar algo de comida y seguir viajando.

Este fue un punto de inflexión, ya que, comenzaría el verdadero viaje, atreviéndome a generar dinero. Todo era cuestión de dejar que comience la magia.

Así fue: seguí subiendo la ruta 40 hasta San Antonio de los Cobres, de allí fui a Salta Capital, hice parte del Chaco, Santiago del Estero y Córdoba.

Este fue el final de mi primer viaje en solitario, sin tiempo ni destino predeterminado.

Toda esta aventura está plasmado en el libro “No todas las respuestas…solo las de hoy”.

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