1º Experiencia viajando


En mi grupo de ciclistas Cbabikes, surgió un día la idea de hacer un viaje en bicicleta con alforjas y como no podía ser de otra manera con esta fauna exótica que somos debía ser algo épico, jaja.

Así que el desafío fue ni mas ni menos que cruzar la cordillera de los Andes uniendo Argentina con Chile, pero había que poner algún condimento aún mayor, hacerlo por el paso mas alto: Aguas Negras que une San Juan con La Serena (4753 msnm).

Este paso no está asfaltado, es de ripio y por la altura y condiciones del tiempo solo está abierto en el período de verano. Por lo tanto el 16 de enero fue la fecha elegida por nuestro mentor, un sanjuanino del grupo que vive en Córdoba desde hace unos años y además es mecánico de bicis.

Fuimos 9 los intrépidos, los mayorcitos en el orden de los 50 años y el resto en el rango de los 30, todos ciclistas pero no éramos viajeros, nunca habíamos pedaleado con alforjas.

En lo personal era el mayor con 51 años, primera aventura importante y como corresponde todo el mundo opinando sobre mi decisión al punto tal que me fui sin el permiso de mi madre. Así es ella, Jaja.

Comenzaron las reuniones y los preparativos. Eran 16 días donde estaríamos expuestos a las dificultades de altura y frío importante a pesar de ser verano.

Llegó el día, íbamos en auto hasta la ciudad de Jachal (San Juan – Argentina). Allí dejaríamos los vehículos para comenzar la aventura.

Paramos en una casa. Con un poco menos de ansiedad en ese momento pudimos dormir para comenzar al día siguiente. Nos levantamos muy temprano, debíamos salir casi de madrugada. Todo lo que es la pre-cordillera, en San Juan, es extremadamente calurosa. Debíamos llegar al lugar donde dormiríamos antes de la siesta, ya que, con el sol a pleno la pasaríamos muy mal.

Íbamos con carpas y debíamos llevar comida y agua para todo el recorrido, puesto que hay muchos km sin que haya absolutamente ningún lugar para abastecerse. Acampábamos al costado del camino, el último puesto que encontramos fue uno de Gendarmería Nacional.

Se imaginarán que como todo era nuevo, todo nos deslumbraba, la montaña que en lo personal ejerce una fascinación especial para mí, pedalear en altura, pedalear con peso en las bicis, la convivencia, el rendimiento de nuestros cuerpos frente a estas exigencias y el paisaje, los colores. Todo toma una visión especial en bicicleta ya que nos desentendemos de los riesgos de conducir un vehículo y la velocidad en que pasan los paisajes.

Cuando íbamos subiendo hacia el limite con Chile, nos detuvimos cuando nos encontramos con unos ciclistas que venían bajando hacia San Juan. Era una familia de franceses: el matrimonio y dos niños de entre 5 y 7 años viajaban con sus alforjas y unos carros en el que iban los niños. Hablaban bastante bien el español, asi que, nos pudimos comunicar para que nos cuenten su experiencia y en mi fuero íntimo me dije: "esta vida me gusta" y en ese momento quedó como un dato anecdótico. Por supuesto no sabía que èsto fue como una semilla que iba a germinar en mí cuando finalizara el viaje. Me dije "¿y porque no?".

Todo iba bien hasta que llegamos a los 4.000 msnm. Ahí descubriría que ese era mi límite para pedalear, ya que, me quedaba literalmente sin aire. Coincidió que en ese lugar nos detendríamos a acampar.Armamos el campamento y después de comer nos agarró el viento blanco. Es un viento con un granizo muy pequeño que te golpea por todos lados. Luego, comenzó a nevar para que se despejara todo y cayera una helada que los laterales de la carpa se conviertían en una pared de hielo; a esto debía sumarle mi dificultad para respirar, por lo tanto prácticamente no pude dormir, ya que, respiraba si estaba sentado o de costado.

Finalmente llegó la mañana: un amanecer totalmente despejado, frío pero sin viento y el sol era fuerte.

Desayunamos y armamos todo en las bicis para comenzar con los últimos 22 km hasta la cima y de allí comenzaríamos a bajar 60 km, todo era cuestión de llegar a la cima.

De la noche a la mañana mi cuerpo no se compuso, por lo tanto no podía pedalear y me negaba a hacer dedo para que alguna camioneta me lleve, así que, decidí caminar. Eso sí podía. Otros también estaban con dificultades, por lo tanto, no fui el único que caminaría, también hubo quien subió a una camioneta.

La verdad que mi tozudez tuvo sus frutos, ya que, pude ver con detenimiento los “hielos permanentes” los glaciares. Debemos tener en cuenta que esta travesía fue en pleno enero, sin embargo, los hielos están allí siempre y obviamente en invierno es intransitable, además de que no hay quién viva en esta parte del mundo.


Finalmente llegamos a la cima donde está el cartel que dice límite entre Argentina y Chile. Había varias nubes dando vueltas y a rigor, de verdad, yo me quería quedar a descansar; estaba exhausto. Pero no había opción, había que seguir, las tormentas se arman muy rápido en la alta montaña y podíamos pasarla bastante mal.

Tomamos agua, comimos algo y seguimos. Si bien estábamos muy cansados, nos esperaban 60 km de bajada, solo que el viento corre casi siempre de oeste hacia el este, por lo tanto, teníamos viento en contra, por esta razón igual debíamos pedalear a pesar de la bajada.

Emprendimos la bajada hasta la aduana de Chile. Allí nos estaban esperando, sabían que nuestro grupo venía bajando. Se portaron re bien con nosotros, nos atendieron fuera de hora (ya debía estar cerrado para cuando llegamos) y nos dieron una habitación con colchones, un lugar para ducharnos y nos prestaron la cocina para que preparemos algo de cenar. Espectacular, además ya comenzábamos a bajar, por lo tanto, las dificultades para respirar se fueron solucionando.


Al día siguiente, el día estaba espléndido, sol pleno, asfalto y casi sin viento por la mañana. Luego, el viento se hizo presente y nos complicó un poco la bajada, pero bueno ... no dejaba de ser bajada.

Hubo uno de los compañeros que tuvo problemas con su rodilla y con Pablo, otro compañero, lo tuvimos que asistir empujándolo para que pudiera llegar. Reagrupábamos a los 20/30 km,  descansábamos y seguíamos adelante.


Pasado el medio día llegamos a un pueblo donde pudimos parar a comer. Fue la primera comida importante sin el arroz o el fideo hervido desde que salimos de Jachal. Cinco días en la montaña y ya estábamos muy cerca de La Serena. Acá casi en el llano todo era distinto, podíamos pedalear con toda la furia, jaja, era un rendimiento muy distinto a la montaña.

Ese día finalmente pudimos llegar casi de noche, buscamos adonde alojarnos y conseguimos una casa bien grande donde pudimos darnos un excelente baño, lavar ropa y descansar, para que dentro de unos días emprendamos el regreso.

Mucho descanso, playa y comer mientras planeábamos el regreso. Había un tema importante que quizás no habíamos tenido en cuenta: para regresar había que llegar a los 4700 msnm y desde La Serena salíamos desde 0 msnm y en muy pocos km debíamos llegar a esa altura. Cuando salíamos desde Jachal, San Juan, no salíamos desde 0 y además son mas km, por lo tanto, debíamos enfrentar casi una pared para el regreso.

Luego de muchas deliberaciones (éramos 9) nos pusimos de acuerdo. Conseguimos una trafic que tenía un tráiler y nos llevaría hasta el límite entre Chile y Argentina.


Llegó el día del regreso, la trafic llegó a horario, cargamos las bicis y comenzamos el regreso. La verdad que si hubiéramos tenido que hacer ese tramo en bici no la hubiéramos pasado muy bien.

Dentro de la trafic todo estaba bien, el problema fue cuando bajamos, corría un viento importante de oeste a este que nos beneficiaba, pero era muy frío y mientras armábamos las bicis uno de nuestros compañeros tuvo un principio de hipotermia; hubo que ayudarlo para que termine de atar las alforjas y finalmente se pudo subir a la bici y comenzar a bajar. El movimiento, bajar de la montaña que hacía que suba un poco la temperatura lo ayudó a recuperarse.

Lo que tardamos 4 días en subir lo bajamos en 4 horas y llegamos a Rodeo. Allí pudimos acampar, bañarnos y comer un asado, lo merecíamos.

Al día siguiente, llegamos a Jachal para armar los autos y comenzar con el regreso del último tramo(700 km) pero en auto.

Llegamos a Córdoba a la noche medio tarde, podíamos dejar las bicis y regresar al día siguiente a buscarlas. Yo decidí armar mis cosas y aunque era tarde me fui a mi casa y terminar la aventura.

Luego de este viaje hice otro solo, también de vacaciones, fui por la Rioja hasta casi el límite con Chile.

Cuando regresé los km que hice en auto la pregunta fue: "¿y porque no?"



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